El día amaneció chispeando, «al final vamos a tener suerte», pensé, ya que eso añadía interés al Hanami convocado por EspaiGarum y lo llevaba hacia una estética japonesa.

El concepto occidental de la belleza, en líneas generales, pasa casi invariablemente por la luz, el brillo y los colores rutilantes, es un concepto, en esencia, diferente al japonés, donde predomina el gusto por la sombra, por los matices y los colores sin transiciones bruscas. Resumiendo, el día no podía empezar mejor y prometía un Hanami estéticamente muy japonés.

Y la tarde no defraudó. A las 4 el cielo estaba tapado creando una iluminación matizada. La visón panorámica del campo era evocadora, los almendros alineados aleatoriamente pero con la lógica provocada por la orografía y la mano del hombre. Una lógica que nos traslada a la esencia de la intervención humana en la naturaleza cuando, con fines puramente utilitarios, es capaz de crear belleza.

Los 77 almendros estaban magníficos, en su punto álgido de floración, en aquel momento en que empieza el declive. No había viento, sólo el justo para mover levemente las ramas, provocando la caída de algunos pétalos. ¡Que sensación! poner en alerta todos los sentidos y sentir la caída de un pétalo, ese espacio de tiempo mínimo o infinito, según se mire, en que se produce la muerte de algo bello a través de un acto único.

La luz, perfecta, modulaba las formas pero sin la agresividad de la iluminación solar directa, y los colores se matizaban creando unas gamas inimaginables, que nos trasladan a la mejor iconografía japonesa.

Fue un Hanami muy especial, que permitió a los asistentes disfrutar de un momento único y comprobar que la idea “mono-no-aware” de Motoori Norinaga, se cumplía totalmente “Siempre hay belleza en algo que llega a su fin”

El Hanami 2009 ya ha pasado…, ¡sólo faltan 360 días para el Hanami 2010!